“Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y fue llevado por el Espíritu al desierto. Allí estuvo cuarenta días y fue tentado por el diablo. No comió nada durante esos días, pasados los cuales tuvo hambre”. (Lucas 4:1-2).
“Jesús regresó a Galilea en el poder del Espíritu, y se extendió su fama por toda aquella región”. (Lucas 4:14).
Jesús y Juan el Bautista tuvieron sus días en el desierto, sus momentos de apartarse con Dios. En el desierto, Juan fue refinado y preparado para influir en este mundo. (¡Oh cómo desea Dios que tu influyas en este mundo para Él!) En el desierto, Jesús agregó poder a la llenura del Espíritu Santo. El desierto es, pura y simplemente, un lugar de preparación.
Hoy, si te atreves, puedes ser refinado. Hoy, si te animas, puedes ser preparado para ser usado por el Maestro. Hoy, si tienes confianza, puedes agregar poder a la llenura del Espíritu Santo. ¿Cómo puede ser? ¿Cómo encontraré mi desierto? Por la misericordia de Dios, hay un desierto enviado por Dios e impuesto por uno mismo: el ayuno. Sí, es un lugar de refinamiento, de preparación, de poder. “¿Preparación para qué?”, te preguntarás. Para más de lo que puedes llegar a pensar.
Sé apasionado. Separate de las cosas que no te convienen. ¿Así que has sido bueno? ¡Bien! Sé más que bueno; debes ser limpiado y usado por Dios.
Oración intercesora
“Dios, quiero ser refinado. Te pido que quites de mi vida las impurezas de ceder al mundo. Quema la madera muerta del egocentrismo en mi vida. Quiero llevar abundante fruto para ti. Prepárame para lo que queda por delante, aun aquello que yo no comprendo ahora. Agrega poder a mi vida para que pueda representarte bien. Quiero servir a los propósitos de Dios en mi generación.”